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César Manrique.
El artista

Hablar de Lanzarote sin mencionar a César Manrique es como intentar entender una obra de arte sin conocer su inspiración.

The collective July, 25

The
Artist

The collective César Manrique

Hablar de Lanzarote sin mencionar a César Manrique es como intentar entender una obra de arte sin conocer su inspiración. Pintor, escultor, arquitecto, paisajista y, sobre todo, defensor incansable del equilibrio entre naturaleza y creación humana, Manrique no solo transformó el paisaje de una isla, sino que moldeó una nueva conciencia estética y ecológica para todo un territorio.

Nacido en Arrecife en 1919, Manrique fue mucho más que un artista: fue un adelantado a su tiempo, un creador integral con una mirada profundamente enraizada en su entorno. Su obra pictórica, inicialmente influida por el surrealismo y más tarde por la abstracción, mantiene una constante: el diálogo vibrante entre color, forma y emoción. En sus lienzos late la energía telúrica de Lanzarote; en cada trazo se percibe la memoria de la lava, el viento y la luz atlántica.

César Manrique | ArtInProgress
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The collective César Manrique

Como escultor, Manrique dio forma al movimiento. Sus esculturas cinéticas —presentes en múltiples espacios públicos de la isla— no fueron concebidas para permanecer estáticas en salas de museo, sino para interactuar con el viento, el sol y el paisaje de la isla. Sus formas abstractas no imponen, sino que se integran, como si hubieran brotado del terreno, en una simbiosis perfecta con el paisaje volcánico.

Pero fue en la isla donde llevó su arte a su máxima expresión: Lanzarote es su gran obra. Proyectos como los Jameos del Agua, el Mirador del Río, o su propia casa en Tahíche —convertida hoy en Fundación— son ejemplos de cómo el arte puede convivir con la tierra sin violentarla. Manrique no construía contra el paisaje, sino desde él y para él. Su máxima era clara: “No hay belleza posible sin respeto al entorno”.

César Manrique | ArtInProgress
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The
Place

The collective César Manrique

En una época donde el desarrollo turístico amenazaba con desfigurar la identidad de las islas, Manrique alzó la voz y puso el cuerpo. Su activismo artístico fue político, aunque no partidista. Defendió una arquitectura adaptada al medio, sin rascacielos ni estridencias, con respeto a las formas tradicionales. Lanzarote, gracias a su influencia, ha sido capaz de mantener una armonía que otras zonas turísticas han perdido.

César Manrique murió en 1992, pero su legado está más vivo que nunca. No solo en las obras que dejó, sino en el modelo cultural y ético que propuso: un arte útil, bello y comprometido con la naturaleza. Hoy, en un contexto de crisis climática y turismo masivo, su figura cobra una vigencia inesperada.